jueves, 26 de agosto de 2010

La isla de Necker



Ya sé que el tema está sobado pero me indigna que, a cuenta de la visita de Aznar a Melilla, los corifeos del PSOE (en este caso El País y CNN+) hayan criticado de nuevo la actuación del entonces presidente y de nuestro ejército en el caso de la isla del Perejil.

Es difícil juzgar las intenciones de las personas; por eso hay que acudir a los hechos, ya lo dijo el Nazareno. Puede que la visita de Aznar a Melilla, con motivo de las tensiones en la frontera con Marruecos por los insultos y falsas acusaciones contra las mujeres policías españolas, haya sido en parte oportunismo político, o puede que no. Lo cierto es que su gobierno mostró la debida firmeza ante la invasión de la isla del Perejil en 2002, mientras que por parte del PSOE no hubo ni hay más que risitas y codazos infantiles a cuenta del “fuerte viento de levante”.

El País dice en un editorial que la expulsión de los soldados marroquíes de Perejil puso en un compromiso a nuestros socios de la OTAN, y en una tertulia de CNN+ escuché a los tres invitados progubernamentales divertirse mucho con que mi colega el general Powell (colega por geólogo, no por general, que yo sólo alcancé a cabo de Infantería, de lo cual me enorgullezco) había dicho que era un estúpido islote que le había dado mucho trabajo.

Pues bien, el islote del Perejil es español, porque iba incluido con Ceuta cuando la conquistaron los portugueses en 1415, mucho antes de existir el reino de Marruecos, aunque su soberanía sea reclamada por este país. Algún día habrá que aclarar el asunto de acuerdo con el derecho internacional. Mientras tanto, un estado no puede permitir que otro le invada una parte de su territorio, por pequeña que sea. Mal va la relación entre dos vecinos si se funda en que uno abusa del otro.

La isla del Perejil, tal es su nombre oficial, tiene una extensión de 16,4 hectáreas, que acabo de medir en el visor SIGPAC. En España cabrían más de tres millones de ellas, así que poco importaría ceder una superficie equivalente cada año con tal de no reñir con el país vecino ¿verdad? Sin embargo el Vaticano es sólo como tres Perejiles, de modo que no creo que Su Santidad pensara lo mismo. El problema no es cuestión de islas o peñones, sino de que Marruecos nos tantea de vez en cuando para ver cuándo llega el momento de conseguir Ceuta y Melilla, que son su objetivo públicamente declarado. Una jugada similar le salió redonda en el Sáhara y en Ifni.

Como es fácil de comprender, al general Powell, por entonces jefe del ejército más poderoso del mundo, le traía sin cuidado si una roca deshabitada, de los cientos que hay en el Mediterráneo, estaba ocupada por una docena de infantes de marina marroquíes o por otros tantos soldados españoles, ya que los dos países en disputa eran aliados suyos y la peña no tiene valor militar ni económico. Sin embargo para España no era lo mismo. Lo nuestro es nuestro, por pequeño que sea.

Vayan ustedes a ocupar cualquiera de los islotes caribeños franceses y verán lo que es bueno. No digamos alguna de las islas estadounidenses de allá a tomar viento en Alaska, o la isla de Necker en las Islas Vírgenes. Esta última es una más de entre las innúmeras posesiones del Reino Unido por el mundo entero (lista completa en britlink.org) y está casi deshabitada, no tiene otra construcción que un hotel, vean la foto de arriba; me gusta y no creo que los ingleses dijeran nada ¿no les parece?

¿Con que pusimos en un compromiso a nuestros socios de la OTAN? ¿Por defender nuestro territorio? Si fuera cierto, menudos camaradas, pero no lo es. Tanto la Unión Europea como la OTAN pidieron a Marruecos que se retirara de Perejil.

Me pregunto, es una pregunta retórica, qué habría hecho el gobierno actual en esa misma situación. Una pista: el presidente del gobierno de España, señor Zapatero, se ha mofado de la intervención en Perejil calificándola de “gran hazaña” y de rozar el “surrealismo”. Otrosí: Máximo Cajal, representante personal del presidente circunflejo en su Alianza de Civilizaciones, que ha sido embajador en Francia, Suecia, la OTAN y Guatemala entre otros muchos cargos, ya apostaba en su famoso libro por entregar Ceuta, Melilla, los Peñones y las islas Chafarinas al vecino, porque su posesión por España es una “afrenta permanente a su marroquinidad” (página 18 de “Ceuta, Melilla, Olivenza y Gibraltar: ¿dónde acaba España?”) Esto nos daría “la necesaria fortaleza moral para arrancar del Reino Unido su definitiva solución” (ahora se refiere a la devolución de Gibraltar). O sea, tú le das Ceuta y Melilla a Marruecos y luego le pides a Inglaterra que se enrolle y te devuelva Gibraltar. En esas manos estamos.

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