Pardillos, que somos unos pardillos. Toda la vida acudiendo al médico de cabecera, o al especialista, cuando nos dolía la espalda y resulta que teníamos la solución a la vuelta de la esquina o, mejor dicho, a la vuelta del panal.
Me enteré tarde y no pude asistir el otro día a la charla que dio en Rivas un colmenero experto en apiterapia, pero he leído su publicidad en una revista y he visitado su página en Internet. Esta práctica consiste en acercar algunas abejas al cuerpo con unas pinzas y dejar que te claven el aguijón en los lugares que ellas mismas elijan. Por lo visto detectan los puntos donde se ha acumulado y alterado la energía y allí que te lo clavan. Así que picotazo va, picotazo viene, te pueden curar la ciática, el reúma y, según dicen algunos, hasta la esclerosis múltiple. En la publicidad se lee que: “No se trata de una picadura milagrosa. Es mucho más, es una curación más amplia y personal...”
No digo que las abejas no entiendan de acupuntura más que Fu-Manchú, ni que su veneno no pueda ser útil para la artritis. Lo que digo es que tratándose de ponzoñas y estando en juego nuestra salud deberían cumplirse estas dos condiciones. Primero esperar a que se demuestre la utilidad terapéutica de la melitina, principal compuesto del veneno de abeja; más allá del efecto placebo o de que las enfermedades reumáticas a veces duelen por rachas y eso puede malinterpretarse como curación. Esto se está investigando. Lo que sí se sabe de la melitina es que es un tóxico potente que destruye los glóbulos rojos de la sangre, que produce dolor, irritación, inflamación y, en algunos casos, muerte por alergia con un solo picotazo. Y segundo, que una vez demostrado el beneficio terapéutico, las dosis adecuadas, los efectos secundarios a corto y a largo plazo y las contraindicaciones, el veneno sea administrado en condiciones higiénicas y médicas controladas, por personal sanitario competente, y no por un bienintencionado pastor de abejas, aunque te las azuce de una en una y te clave sólo la puntita.
Publicado en La Gaceta de Rivas, 69, junio 2007
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