Me ha llegado al buzón de casa una oferta de masaje por treinta y cinco euros: “Siente en tu cuerpo toda la fuerza transformadora de las piedras volcánicas capaces de atraer como un auténtico imán las energías negativas y los malos sentimientos”. Por poco dinero más también te ofrecen “el poder de los cuarzos rosas”, aunque esto es sólo para mujeres, hay que amolarse.
De masajes ayurvédicos entiendo poco, pero junto con otros compañeros he tenido ocasión de estudiar con detalle todo tipo de rocas de nuestra piel de toro y de algunas otras partes: volcánicas, sedimentarias y metamórficas, incluyendo cuarzos de diversos colores. Las hemos sacado con martillo, con sondeos y con explosivos, tanto de lo alto de los cerros como del interior de las minas. Las hemos estudiado a simple vista, con microscopio, con rayos X y con corrientes eléctricas. Las hemos sometido a compresión y estiramiento, a ciclos de frío y calor; las hemos pesado y medido.
Por ello puedo asegurarles que ninguna roca o mineral tiene poderes transformadores ni atrae los malos sentimientos. Tanto da rascarse la espalda con un pedazo de volcán de Hawai como con un canto del río Jarama. Y para rematarlo les diré que tampoco existe eso que llaman la energía negativa, como no hay bocadillos de jamón negativos, ni se puede decir que un tuerto es un hombre con un ojo positivo y otro negativo. Hay energías cinética, potencial y calorífica, pero en el mundo ordinario (no hablemos de física cuántica y antimateria) no hay energía negativa, toda es positiva.
En fin, no cabe duda de que un masaje es cosa placentera y relajante. No es necesario adornarlo con palabrería de la Nueva Era.
Publicado en La Gaceta de Rivas, 71, septiembre 2007
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