Rivas-Vaciamadrid es una ciudad silenciosa por la noche, donde se descansa a gusto. Pero se está poniendo de moda tirar petardos nocturnos con cualquier motivo: Nochebuena, Nochevieja, Reyes, “Halloween”, etc. Los amigotes que se reúnen en una casa a ver la tele, cuando gana el equipo de fútbol de sus amores ¿no podían ponerse en pie y, con la voz trémula y los ojos húmedos entonar, en voz baja, su himno? Pues no, se ponen a berrear como energúmenos y salen a la calle a tocar las bocinas y tirar cohetes.
En cierta ocasión no podía conciliar el sueño en un hotel, debido a que una jauría de adolescentes en viaje de estudios armaba bulla hasta las tantas de la noche, supongo que mientras sus profesores se abrían las venas en algún rincón. Les pedí silencio, pero no me hicieron caso. Cuando me levanté para ir a trabajar, a las siete de la mañana, llamé a las puertas de sus habitaciones y les rogué que salieran al pasillo porque tenía que decirles algo importante. Descalzos, en pijama, ojerosos y medio dormidos fueron saliendo. Cuando estaban todos les deseé buenos días y me largué. Ah, qué dulce es la venganza.
En cierta ocasión no podía conciliar el sueño en un hotel, debido a que una jauría de adolescentes en viaje de estudios armaba bulla hasta las tantas de la noche, supongo que mientras sus profesores se abrían las venas en algún rincón. Les pedí silencio, pero no me hicieron caso. Cuando me levanté para ir a trabajar, a las siete de la mañana, llamé a las puertas de sus habitaciones y les rogué que salieran al pasillo porque tenía que decirles algo importante. Descalzos, en pijama, ojerosos y medio dormidos fueron saliendo. Cuando estaban todos les deseé buenos días y me largué. Ah, qué dulce es la venganza.
Publicado en La Gaceta de Rivas, 76, febrero 2008
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